Análisis general

11.10.2012, 11:06

En la serie pasada la clínica y sus habitantes parecía que vivían en una atmósfera de idilio. Las relaciones eran asombrosamente armónicas, mientras que los doctores parecían educadores tolerantes. Nada indicaba que vendría un cambio brusco. El Italiano recibió de un “negro con cicatrices” hachis en un paquete. Eso conllevó a la furia de todos los héroes de Doctor Life.

La séptima serie se salió de los límites de la habitual tranquilidad, donde las sesiones de cura eran intercaladas con escenas de vacilaciones, miedos y mutuo soporte. Los participantes se trataban con ternura y no exigían demasiado de sus interlocutores. Muchos, como Irina Anísimova estaban convencidos de que los acontecimientos nada tenían que ver con ellos. Pero, después del incidente donde el Italiano aceptó una droga blanda, las consecuencias han ido muy lejos.

 

Irina está a un paso de caer ligada a la confrontación, sospechada de confabulación. Tímida y apartada, ella solo se relacionaba con el Italiano. Este no olvido de enredarla en el incidente con la droga. Según sus palabras, ellos paseaban juntos, momentos antes de haber recibido el paquete con hachís de manos del negro generoso. Luego con su infantilidad natural, decidió mostrar el objeto de la tentación a su padre. Y ya, de manos de este último el pequeño paquete de polvo comprimido fue a parar al gabinete del doctor Nazaraliev. “No alcanza ni siquiera para una dosis”, acierta el doctor. Pero si bastó para una revisión interna de cada uno de los héroes..

“Yo soy una persona normal, dice Irina defendiéndose. – he venido a curarme, no a fumar marihuana”. La veracidad de su manifestación pudo ser confirmada por los otros participantes. Pero esto sucedió gracias a la creciente sospecha contra los que viajan en tu mismo vagón. “puede que nos encontremos, puede que no, - dice Victor Malleker. – en Alemania hay un refrán que dice “la gente se encuentra dos veces”. Como resultado del incidente de nuevo reaparece la sospecha y la paranoia en su forma inicial.

 

El Italiano justifica el hecho de que le haya sido entregado a él el paquete, precisamente por sus cualidades personales y respeto por parte del grupo y de otros. Verdad, que si en las sociedades cerradas los motes son adecuados a lo hecho y el comportamiento de sus individuos, entonces cabría aquí llamarle “provocador” e “incitador”. Así han comprendido su papel en el proyecto los otros participantes. El Italiano tiene la costumbre de reflexionar con orgullo, alegando que si ha recibido un presente, debe aceptarlo con honor. Claro, olvidando que ya había recibido antes una oportunidad para rehabilitarse.

“Si no me curo aquí, me cuelgo una piedra del cuello y me lanzo al Rhein”, – dice Victor Malleker. “¡Hay que prepararse! – llama a sus compañeros. – nos tentarán con todo”. Podríamos sospechar del personal médico, pero los médicos no tientan a sus pacientes con narcóticos. Sobre esto habla la psicóloga-narcóloga Elmira Satybekova y esa cuestión quedó arreglada.

¿Fue eso una provocación o un regalo, o una provocación en calidad de regalo? – todos los participantes fueron obligados a pasar un test de orina para determinar la presencia de estupefacientes en su sangre. Quedaba alguna reminiscencia en el análisis hecho al mismo Italiano. Con más emociones reacciona Anatoly Nesmiyanov, e incita a los demás a castigar al Italiano con golpes de garrote. Luego confiesa. “me aterroriza pensar en que pueda ser expulsado del proyecto. Aquí hay una aureola especial. Esta es una clínica abierta”, - se emociona, cuando el director del proyecto habla sobre la tradición singular del hospital.

 

En una reunión con los médicos el profesor indica: “Si él (el Italiano) está provocando a los demás, es el último de los degenerados. Si él molesta al grupo, aunque sea tan solo a uno de ellos, entonces será necesario expulsarlo”. El juego de la provocación culmina en que los participantes deben determinar el futuro del Italiano, en lugar de alabarle por su fuerza de voluntad, como él esperaba.

Victor es el primero en reconocer el dilema de la toma de decisión: “Como resolvamos su destino, mañana mismo morirá de una sobredosis” – de esa manera despierta la conciencia de los otros participantes indiferentes que llamaban a linchar al Italiano. Pero la intriga se mantiene: a pesar de los análisis negativos de los participantes, el destino del Italiano cuelga de un hilo. Su padre no le dará palmaditas en el hombro.

 

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